preparada por la provincia eudista Minuto de Dios, Comunidad local Carlos E. Acosta - Bogotá
En este año hemos sido convocados: por el Papa Francisco para celebrar el año jubilar “Peregrinos de la Esperanza” y por la CJM, “Renovemos la alegría de ser eudistas.
En este año hemos sido convocados: por el Papa Francisco para celebrar el año jubilar “Peregrinos de la Esperanza” y por la CJM, “Renovemos la alegría de ser eudistas: con motivo de los cien años de canonización de san Juan Eudes y 400 años de su ordenación, la Iglesia concedió a la Congragación de Jesús y María la gracia de un Jubileo particular.
Damos gracias al Señor por la reciente sesión del Consejo de Congregación, ampliado.
Oh Dios, Padre de las misericordias:
Nosotros, familia eudista, te adoramos como origen, principio y fundamento de nuestra vida, de nuestra salvación y santificación, realizadas por tu Hijo Jesucristo, Verbo que se hizo carne en el seno de María, y continuadas por la Iglesia, su Cuerpo místico.
Te damos gracias por habernos manifestado tu misericordia en el Corazón de tu Hijo, hoguera de amor a ti y a todo ser humano, en comunión con el Corazón de la Virgen Madre.
Te damos gracias por haber elegido a san Juan Eudes, “Padre, Doctor y Apóstol del culto litúrgico a los Corazones de Jesús y María”, para anunciar la vida y el reino de tu Hijo, proclamar las insondables riquezas de tu amor y enseñarnos a “servir a Cristo y a su Iglesia Corde magno et animo volenti”, en esta escuela de santidad extendida por todo el mundo.
Te pedimos perdón por nuestras faltas contra la caridad, norma suprema y alma de nuestra familia; por nuestra falta de celo por la salvación de las almas y por no haber dado testimonio de los Corazones de Jesús y de María con una vida de santidad y espíritu de servicio, para formar entre nosotros un solo corazón.
Nos entregamos a ti, para que en este año jubilar nos dejemos transformar por el Espíritu Santo en peregrinos de la esperanza, para que renovemos la alegría de ser Eudistas, misioneros de la misericordia, que viven el perdón y la reconciliación; para que seamos capaces de continuar con audacia la misión de tu Hijo Jesús, el Buen Pastor, que sale a buscar a la oveja perdida en las periferias de la existencia y ofrece al mundo la ternura de tu amor.
Alabados sean por siempre el Corazón amante y el Santo Nombre de Jesucristo, Señor nuestro, y de su Santa Madre, la gloriosa Virgen María.
Amén.
Coro: Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
Toda lengua, pueblos y naciones
hallan luces siempre en tu Palabra.
Hijos, hijas, frágiles, dispersos,
acogidos en tu Hijo amado.
Dios nos cuida, tierno y paciente
nace el día, un futuro nuevo.
Cielos nuevos y una tierra nueva.
Caen muros gracias al Espíritu.
Una senda tienes por delante,
paso firme, Dios sale a tu encuentro.
Mira al Hijo que se ha hecho hombre
para todos, él es el camino.
“Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza.
Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
Palabra de Dios.
Si la obra de la creación es admirable, más lo es la obra de la salvación. Pablo entona un canto de alabanza a Dios, nombrando a las tres divinas Personas.
Por obra de Cristo, ahora estamos reconciliados con Dios Padre y “nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de ser hijos de Dios”. Incluso en las tribulaciones, eso es lo que nos da esperanza y fuerza. (J. Andazábal)
En las cartas de nuestro fundador, encontramos la manera como san Juan Eudes afrontaba las dificultades y ayudaba a sus hermanos de comunidad a hacer lo mismo.
Del libro “Las cartas de san Juan Eudes”, publicado recientemente en español gracias a la traducción del P. Álvaro Torres, leamos dos:
La carta al P. Mannoury en Roma, sobre las dificultades que ha encontrado en sus gestiones para obtener la aprobación de la Congregación
7 de abril de 1648
Ánimo, mi querido hermano, sólo queremos la voluntad de Dios. De nuestra parte, hagamos cuanto podamos en pro de los asuntos de nuestro amado Dueño y de nuestra querida Señora, y luego, abandonémonos en todo a su santa voluntad. Si nuestro momento ha llegado, todo el mundo junto no es capaz de resistir a lo que ellos quieran. Si todavía no ha llegado, Pongamos en el Señor nuestra esperanza, trabajemos varonilmente, y se confortará nuestro corazón (Salmo 27, 14).
Una cosa nos debe llenar de fortaleza y es que no nos es posible dudar de que ésta sea una obra de Dios, habida cuenta de las grandes y extraordinarias bendiciones que a él le place conceder a nuestros humildes trabajos. Por esto conocemos con evidencia que ellos proceden sólo de él y por consiguiente él no abandonará su obra… Lo hará en su tiempo y de la manera que sea más conveniente y mucho mejor de lo que podríamos desear. Nos toca sólo ser fieles y seguir nuestro camino con humildad, fortaleza y confianza.
Al Padre Manchon, en el seminario de Caen. Le señala la conducta que debe seguir si se llega a prohibir la capilla del seminario.
Coutances, otoño de 1650
No se perturbe, mi muy querido hermano. Esta tormenta pasará. Si recibe alguna notificación, no responda nada; diga que, estando yo ausente, usted no tiene nada que responder hasta mi regreso. Sin embargo, si se le ordena cerrar la capilla, ciérrela, y vayan a celebrar la misa donde puedan; infunda ánimos a nuestros hermanos y exhórtelos a humillarse ante Dios y a poner toda su esperanza en él y en su santísima Madre; que empleen el mayor tiempo posible ante el Santísimo Sacramento; envíe a algunos a Nuestra Señora de la Délivrande.
Nuestro fundador nos enseña a no perder la paz ni la confianza en Dios, a perseverar en la oración y a esperar en el Señor y en nuestra Madre, la Virgen María, reconociendo que, aún en medio de las dificultades y tribulaciones, la obra es de nuestro Dios.
Hagamos un momento de silencio; si alguien quiere compartir su oración o reflexión con todos, puede abrir su micrófono y orar.
Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que por la extrema caridad con que nos amaste, en tu bondad inefable nos diste el Corazón amantísimo de tu Hijo, para que te amemos con un solo corazón y con el suyo te amemos perfectamente:
Haz, por favor, que nuestros corazones, unidos entre sí y con el Corazón de Jesús, sean consumados en uno, todo lo nuestro se haga en su caridad, e interviniendo él mismo, se cumplan los justos deseos de nuestro corazón.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
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